The mountain nymph Sweet Liberty, fotografía en colodión de Julia Margaret Cameron.
La ninfa de la montaña nos mira fijamente desde el otro lado de la fotografía. La imagen no acaba de ser nítida en los bordes, una franja de luz amenaza con arruinar el conjunto desde el margen derecho, si esos ojos no estuvieran interpelándonos con la fiereza y el matiz de lo mágico quizá la fotografía se desmoronaría y apenas sería una impresión fantasmal. Pero no lo hace. El mito se impone al logos. El alma se apodera de la composición y los aspectos técnicos tradicionales son los que se tornan innecesarios, casi frívolos, casi obstáculos.
Empezamos con esta fotografía realizada por Julia Margaret Cameron porque en ella y en su obra encontramos casi todo lo que nos mueve y nos conmueve. Una mujer de la alta sociedad, nacida y criada en las colonias del Imperio Británico durante las primeras décadas del siglo XIX, con una educación dirigida a cumplir tres propósitos: ser una hija decente, una devota esposa y una madre abnegada. De Julia Margaret Cameron, como de tantas otras, se esperaba que fuesen calladas y complacientes damas poseídas por cierto ennui de clase alta, acaso modestas salonnieres de mesa de té y conversación lánguida, poco más.
Ese destino de flor delicada enseguida fue rechazado por Julia. En el mismo viaje en el que conoció a su futuro marido, trabó amistad con el astrónomo John Herschel, quien sería muchos años después su primer y único mentor fotográfico. También se llegaron a contar entre sus mejores amigos Alfred Tennyson, Charles Darwin, Thomas Carlyle y Dante Gabriel Rosetti. Aprovechó su posición en la sociedad para transgredir el concepto de dama de salón y transformar su casa en un lugar de encuentro entre artistas, intelectuales, científicos y literatos. Ella participaba activamente, absorbía y acumulaba estímulos.
Su primera cámara fue un regalo de su hija y su yerno. Julia tenía 48 años. Pronto la fotografía pasó de ser algo con lo que ocupar sus temporadas de soledad –hijos casados y marido ocupándose de los negocios en las colonias–; para transformarse en una búsqueda obsesiva de la belleza. Como sus coetáneos prerrafaelitas su visión retrocedía en el tiempo hasta el renacimiento, la antigüedad clásica y el mito por encima de cualquier otro tema. La estética como ética y fin último. El alma bailando en la expresión de sus modelos. La superación de la técnica tradicional, la perversión del error en beneficio de la obra, la luz, el atrezzo, el enfoque y sobre todo el desenfoque. Julia Margaret Cameron avanzaba entre la herrumbre del daguerrotipo y los esquemas de la corrección con paso decidido. Fantaseaba y peleaba con desesperación para conseguir la captura de lo feérico, se adelantaba un siglo al momento perfecto de Mapplethorpe, nos estaba ofreciendo pensamiento mágico detenido en sus placas húmedas.
Nos detenemos en contar todo esto porque La Peliculera nace con esa vocación de fantasía y encuentro. También de rebeldía. Queremos aprender de nuestros errores y de los vuestros, que vengáis a conocernos y acabemos formando nuestro propio salón de té y fotografía, que hablemos de películas, de luces, de inspiraciones, de lo que nos mueve, de lo que nos repele, que siempre haya alguien con quien encontrarse en nuestro espacio, que podáis venir sin motivo concreto, quizá solo para ver quién hay, de qué podemos hablar y qué podemos aprender o imaginar juntos.
Somos conscientes de la magnitud de la oferta que mastodónticas estructuras de ventas pueden ofrecer. Somos conscientes de ser una tienda pequeña en un rinconcito de la calle Argensola de Madrid. Y lejos de plantear nuestra existencia como mera supervivencia lo planteamos como resistencia, una resistencia vocacional que cree en la fotografía y las personas que miran a los ojos.
De belleza, intercambio de ideas y libertad estarán impregnados nuestros talleres; será el motor y el objetivo de nuestra relación con quienes confiéis en nosotros, ayudaros, fotógrafos y fotógrafas recién nacidos, amateurs, profesionales o esporádicos a capturar belleza y libertad. Dedicaremos el tiempo necesario a vuestras necesidades, vuestras dudas serán nuestras dudas, nos dejaremos el corazón solucionándolas; así como vuestros proyectos también los consideraremos un poco nuestros.
La Peliculera está deseando ser ese espacio para vosotros y sin vosotros no puede existir.
¿Empezamos?
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